Comentario
De la vuelta de los soldados que se dividieron de Nuño de Chaves hasta llegar a la Asunción
Divididos los soldados de la compañía de Nuño de Chaves, dieron vuelta al puerto de los Jarayes bajo el mando de Gonzalo de Casco, y pasando por algunos pueblos indios amigos, llegaron a los de los Jarayes sin controversia alguna: allí fueron recibidos, con mucho aplauso, y hallaron cuanto en poder de estos nobles indios habían dejado sin la menor falta, y sacando las embarcaciones que estaban hundidas, fueron carenadas; y puesto todo en punto de franquía, se embarcaron en ellas, y tomando las balsas y canoas que allí estaban, se fueron río abajo, y con feliz viaje llegaron a la Asunción, en circunstancias que acababa de morir el Teniente General Gonzalo de Mendoza, que no vivió en el oficio más que un año, en el cual hizo algunas cosas de consideración en beneficio de la República, como fue poner freno a los indios Agaces, que señoreándose del río, molestaban con ordinarios asaltos a los vecinos matándoles los indios de su servicio y robando sus ganados y haciendas, a cuya expedición fue despachado Alonso Riquelme y Ruy García Mosquera, con otras personas de distinción, más de doscientos soldados y mil indios amigos: y habiendo llegado a sus asientos, vinieron a la pelea poderosamente, y después de varias y sangrientas escaramuzas, fueron los más de los indios presos y rendidos.
Habiendo muerto como queda dicho, Gonzalo de Mendoza, quedando la provincia sin Superior Gobierno, y para tenerle como convenía, fue acordado por todos los caballeros nombrar una persona que los gobernase en paz y justicia, y hecha la publicación del Consejo, se opusieron al Gobierno los más beneméritos, como el contador Felipe de Cáceres, el capitán Salazar, Alonso de Valenzuela, el capitán Juan Romero, Francisco Ortiz de Vergara, y Alonso Riquelme de Guzmán; y llegando el día aplazado, juntos los vecinos mercaderes, y demás personas que en aquella sazón se hallaban en la República con asistencia del Obispo don Fray Pedro Fernández de la Torre, cada uno de ellos dieron sus cédulas en manos del Prelado, habiendo precedido el juramento y solemnidad acostumbrada de elegir a quien en Dios y en sus conciencias les pareciese convenir para tal oficio, y hechas las demás solemnidades necesarias se sacaron de un cántaro, donde estaban metidas estas nominaciones de las suertes de los volantes, y habiéndose conferido, hallaron la mayor parte de votos a favor de Francisco Ortiz de Vergara, caballero sevillano de noble nacimiento, gran afabilidad, y digno merecedor de cualquier honra. Hecha la elección mandó el obispo sacar una cédula de S.M., para que públicamente fuese leída, en la cual se le daba facultad, que en semejante caso, eligiéndose persona, que en su Real nombre hubiese de gobernar la provincia le diese el título y nombramiento que le pareciese, o ya de Capitán General, o de Gobernador, y entendido por todo su contexto, dijo en alta voz su Ilustrísima que por honra de aquella República, y de los caballeros que en ella residían, nombraba, y nombró en nombre de S.M. por Gobernador y Capitán General y justicia mayor, a su dilectísimo hijo Francisco Ortiz de Vergara, persona que recta y canónicamente había salido electa; y todos a voz aprobaron y aceptaron, y luego habiendo hecho el juramento de fidelidad debido en razón del uso y administración de él en conformidad de la Real cédula, que habla en esta razón, y por el derecho común de las gentes; y entregándole todas las varas de justicia, las dio y proveyó de nuevo a su arbitrio con otras cosas, tocantes al servicio de Dios y del Rey. Hízose esta elección el día 22 de julio de 1558 años en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación, siendo Alcaldes Ordinarios, y de la Hermandad en aquella ciudad Alonso de Angulo, y el capitán Agustín de Campos, que estuvieron juntos con los demás Capitulares y Regidores.